jueves, 30 de julio de 2009

El Antiamericanismo de España

Durante años me he preguntado por qué los españoles odian tanto a los Estados Unidos, pensaba que podía ser por la guerra de Cuba, pero no lo entendía, recuerdo en una conversación de amigos, surgió el tema, y nos decíamos: "si aquí no han sido tan jodidos por los gringos como nosotros?", porque vale que los Americanos del Sur no le tengamos tanto "amor" a los puñeteros gringos, pero España??? por eso copio el artículo sin desperdicios del Sr. Carlos Alberto Montaner quien lo explica de forma excelente, como solo él puede hacerlo, de un periodista de la calidad de este señor, artículos como este, no son de extrañarnos.


España y el antiamericanismo

Carlos Alberto Montaner

De acuerdo con las encuestas, España es el país más antiamericano de Europa. En consecuencia, la estrategia electoral de los socialistas españoles durante los recientes comicios al Parlamento Europeo se basó en tratar de demostrar que sus adversarios conservadores eran pronorteamericanos. Ellos, en cambio, se presentaban como los campeones de un paneuropeísmo hostil a Washington, supuestamente encabezado por Francia y Alemania.

El origen de esta percepción negativa está en la intensa campaña desatada por la derecha española en el siglo XIX, cuando se identificaba a Estados Unidos como un país protestante, malvado heredero de la ''pérfida Albión'', materialista, masón, inculto, dominado por los ''salchicheros de Chicago'' o por la ''banca judía''. A ese ridículo estereotipo, reforzado tras la guerra de 1898 y parcialmente vigente hasta hoy, a partir de la revolución bolchevique de 1917 se sumó la visión marxista, y comenzó a describirse a Estados Unidos como un desalmado conjunto imperial de empresas multinacionales dedicadas a la explotación de los países débiles y al saqueo de los trabajadores.

Una elocuente muestra de esa operación de pinzas antiamericana se dio en 1952, cuando dos talentosos cineastas españoles, Luis G. Berlanga y Juan Antonio Bardem, coescribieron y codirigieron una graciosa sátira contra Estados Unidos titulada Bienvenido Mr. Marshall, exhibida con mucho éxito en el Festival de Cannes de ese año ante los sorprendidos ojos de Edward G. Robinson, jurado en el certamen. Berlanga había sido un soldado voluntario en la División Azul que la España de Franco envió a pelear junto a los nazis y contra los soviéticos en el frente ruso, mientras Bardem era un joven comunista de la cuerda de Stalin. Tenían dos ideologías divergentes, pero se unían en el rechazo a Estados Unidos.

En la película se criticaba que Estados Unidos no ayudara a la España de Franco, pero poco después la izquierda española censuraba al gobierno de Eisenhower que, por aquellas fechas, presionado por la guerra fría, ponía fin al bloqueo internacional impuesto a España tras la Segunda Guerra, le franqueaba el ingreso a Naciones Unidas --hasta entonces vedado-- y establecía acuerdos con Madrid para crear bases militares de ocupación conjunta desde las que se defendía el Mediterráneo occidental.

La verdad es que, contrario a la opinión de la izquierda, el acercamiento entre los norteamericanos y el franquismo contribuyó decisivamente a la posterior democratización y desarrollo de España. Los militares españoles, vencedores de la guerra civil, mayoritariamente adscritos al fascismo, recibieron la influencia de los militares norteamericanos, formados en el culto por los valores democráticos, lo que se convirtió en un ensayo general para la posterior entrada de España en la OTAN. Por otra parte, los economistas y funcionarios del franquismo, entonces sumergidos en los mitos fascistas del nacionalismo económico, la autarquía y la economía estatista y planificada, como ordenaba la ideología propia del socialismo de derecha, tuvieron acceso a la perspectiva norteamericana basada en el libre mercado y la apertura al exterior.

Finalmente, en 1959, de la mano de John David Lodge, embajador norteamericano en Madrid, España entró en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Mundial, y, guiados por los expertos del FMI, abandonaron las viejas teorías fascistas e iniciaron una apertura económica capitalista a la que llamaron ''plan de estabilización'', cambio que en poco tiempo provocó lo que casi enseguida comenzó a llamarse el ''milagro español''. Simultáneamente, las universidades norteamericanas instaladas en España les abrieron sus puertas a intelectuales antifranquistas expulsados o excluidos de sus cátedras, como los filósofos Julián Marías y José Luis Aranguren o el político socialista Enrique Tierno Galván.

Es injusto, pues, atribuirle a Estados Unidos un tipo de complicidad con el franquismo que supuestamente retardó el establecimiento de la democracia. Por el contrario, es muy probable que la vocación democrática del rey Juan Carlos, vital durante la transición, haya sido reforzada por su personal actitud muy pronorteamericana. Y es seguro que, tras la muerte de Franco, cada vez que Washington tuvo la oportunidad de hacer sentir su peso lo hizo en la dirección de propiciar la incorporación de España a los mecanismos internacionales integrados por naciones democráticas, ya fuere la Unión Europea o la OTAN, dado que los diplomáticos norteamericanos vivían convencidos de que Ortega y Gasset tenía razón cuando afirmaba que ``España era el problema y Europa la solución''.

Es un demagógico error de los socialistas insistir en el antiamericanismo como fórmula de atraer electores. De la misma manera que los políticos conservadores --al menos la cúpula dirigente-- enterraron sus viejas fobias contra Washington, la izquierda democrática española debería reconocer que es absurdo continuar atacando a un aliado vital en todos los terrenos. Es hora de que entiendan que vivimos en un espacio económico y cultural absolutamente interrelacionado, en el que a todos nos favorecen los éxitos del otro y nos perjudican sus fracasos. Deben comprender que ser antiamericano es también una forma de ser antiespañol, como ser antieuropeo es una tonta manera de ser antiamericano.

Junio 13, 2004.


Artículo tomado de http://www.firmaspress.com/388.htm