jueves, 13 de noviembre de 2014

ARTÍCULO DE ARTURO USLAR PIETRI: Este es un país muy infortunado





Arturo Uslar Pietri: Este es un país muy infortunado 

Entrevistado por Rafael Arráiz Lucca

En su momento link: http://www.lasverdadesdemiguel.net/noticias.asp?id=2075&co_clasif=25


Recordar a Arturo Uslar Pietri (1906-2001) nunca está demás en esta época de incertidumbre, especialmente porque en los últimos años de su vida se le consideró la conciencia del país. A continuación parte de una serie de entrevistas realizadas por Rafael Arráiz Lucca pocos meses antes de su muerte. En ella habló sobre algunos tópicos históricos, aspectos de su vida y de su obra literaria, y emitió su opinión sobre políticos que nos han gobernado en la últimas décadas y de las perspectivas del país . 


Sin duda, el tema sobre el que Uslar habla con mayor fruición es el de Venezuela. A sus 94 años sigue siendo la obsesión principal de su vida intelectual, el objeto de su permanente angustia, de allí que en la comprensión de la venezolanidad, en su estudio, halle agua para su sed de respuestas sobre el país, y la naturaleza del venezolano. Más aún, en pocas personas como en Uslar se ha dado una consustanciación entre la vida del país y la propia, de tal magnitud. Por momentos, incluso, pareciera que su vida privada estuviera supeditada a los avatares venezolanos. Desde muy joven comenzó a tejerse esta simbiosis entre el país y su vida, al punto en que la situación de aquel determina el ánimo de éste, de manera asombrosa. 


– Habría que hacer un estudio sobre cómo han visto los venezolanos a Venezuela. Esto fue en la colonia un país muy pobre, un país que no producía prácticamente nada, y después de la independencia continuó siendo un país muy pobre, un país de aventureros, un país de buscadores de El Dorado, de minas. Esto no tuvo nombre, sino muy tarde. Esto fue Tierra Firme hasta que apareció tardíamente el nombre de Venezuela, ese nombre tan curioso, un nombre despectivo, completamente, es el nombre de la pequeña Venecia, la ridícula Venecia. Esto durante gran parte de la colonia fue Tierra Firme, la primera tierra firme con que tropezaron.

– Los indígenas la llamaban Paria y Maracapana. 

–En la costa, recuerde que no había nombre genérico, ya que no había unidad interna, aquí no hubo un orden indígena, esto no tenía nombre ni centro, estaba poblado por tribus diferentes, con grados diferentes de desarrollo, tribus guerreras, como los Caribes, o tribus agricultoras, elementales. Esto no era México, ni el Perú, ni siquiera lo que fue Bogotá.

– Se parecía a la situación de la Argentina. 

– Sí, tiene algún parecido, aunque la Argentina tuvo la vinculación con el Perú, y eso significó mucho, y con el Atlántico. Pero a la Argentina no fueron a buscar El Dorado nunca, fueron a buscar el camino para entrar al Perú. En cambio, en Venezuela desde el principio se estuvo buscando tesoros, buscando riqueza, buscando El Dorado. Curiosamente, se buscaban minas en un país que no era minero. Se buscó oro y no se encontró en grandes cantidades, no hubo una riqueza aurífera que se explotara durante la colonia, no hubo vetas. Además, nosotros hablamos de Venezuela con mucha facilidad, Venezuela no era sino una parte mínima del territorio, la parte occidental del cabo Codera, por eso hubo dos colonizaciones distintas y dos regímenes coloniales distintos. La primera vez que aquí hubo una administración que cubría el país entero fue 60 o 70 años antes de la independencia, ese no es el caso de ningún país latinoamericano. Insisto, esto no era México ni el Perú. Cuando los españoles llegaron aquí no había una ciudad en ninguna parte, no había una estructura en ninguna parte, no había ni siquiera un nombre en conjunto. El país no existía como país. Yo siempre he dicho que si al padre del Gran Mariscal de Ayacucho le hubieran preguntado si era venezolano, hubiera dicho que no, que él era oriental, que él era de Cumaná, de la provincia de Cumaná.

– Esos colonizadores españoles, siempre se ha dicho que no eran las personas más calificadas, si se las compara con los puritanos que poblaron Nueva Inglaterra. Desde siempre ha habido esta leyenda negra. 

– Sí, pero eso es otra cosa distinta. Los españoles que vinieron a Venezuela eran aventureros que venían buscando riqueza, y los hombres que poblaron Nueva Inglaterra eran hombres que emigraban de Europa con ideales religiosos, con concepciones políticas, venían a construir una sociedad justa, son dos procesos completamente distintos.

–Pero que pueden explicar en gran parte los distintos desarrollos que hemos tenido. 

– En gran parte lo pueden explicar, pero es eso, son dos mentalidades distintas. La colonización normal de Venezuela ha debido hacerse por el Orinoco, no se hizo así, tampoco se hizo central, se hicieron dos: una por oriente y otra por occidente, ajenas la una a la otra. La imagen que los venezolanos hemos tenido de Venezuela es muy curiosa, es la de un país conquistado, no es la imagen de un país que se hace.

– ¿En qué sentido conquistado? 

– Bueno, que no había cultura anterior, no había centro indígena. Aquí se buscó El Dorado y no se encontró nada, afortunadamente, si se hubieran encontrado las minas que se encontraron después, quién sabe lo que hubiera pasado.

– El Dorado se encontró siglos después con el petróleo. 

– Ah bueno, claro, pero bajo otra forma distinta, y ha traído como consecuencia que este país no se desarrollara, no se formara, se hizo un país subsidiado, un país rentista, esa cosa horrible que es ser un país rentista. Venezuela es un país que no vive de su trabajo, vive de la renta petrolera, que la maneja el Estado, que le cayó al Estado como un don del cielo, y los venezolanos no hemos sido capaces de hacer eso que yo dije hace 60 años, y que me he cansado de repetir sin que nadie me haga caso, hay que sembrar el petróleo.

– ¿Y la nacionalización no trajo beneficios, tampoco? 

– Tampoco se le puede cargar la mano a la nacionalización y decir que trajo solamente cosas malas. En cierto modo era inevitable, dada la mentalidad que había y la clase de gente que estaba gobernando.

– Pasemos a otro punto, doctor Uslar, de las figuras de la independencia: ¿cuáles son las que más le interesan? 

– De allí salieron hombres muy importantes y muy influyentes, hombres como Roscio, como Simón Rodríguez, que fue un personaje muy revelador, que explica muchas cosas. Tenía un pensamiento utópico, era un hombre de su tiempo, con grandes influencias de fuera. Por cierto, yo hice buscar la partida de nacimiento de Rodríguez, es muy curioso, en la partida de nacimiento aparece como hijo de una mujer, no aparece como hijo de ningún hombre, y el nombre de la madre está tachado en el Registro.

– ¿Y Miranda? 

Es que Miranda no es una figura venezolana, Miranda es una figura latinoamericana, una figura del proceso grande y transformador que unió a todo el continente. Yo creo que él nunca se sintió venezolano, él se sentía americano. Por otra parte, yo creo que la historia nuestra ha estado muy mal escrita, con prejuicios antiespañoles o proespañoles y, después, cuando se hizo una tentativa de rescate y revaloración de nuestra historia, se cayó en justificar tesis sociológicas, las tesis positivistas de Arcaya, Vallenilla Lanz y Gil Fortoul. Antes, nuestra historia era la de Venezuela heroica, una historia de héroes, una Ilíada en lugar de una verdadera historia. Fíjese en todas las diferencias que hay entre Colombia y Venezuela, en cuanto al carácter nacional, la estructura económica del país, la historia del país, ya dijimos que éste fue un país que se estructuró tardíamente. Por otra parte, a mí siempre me ha llamado la atención la relación tan rica que tuvo Venezuela con las islas de las Antillas, que es un caso único, porque los demás países no tuvieron eso, y nosotros sí, estábamos frente a un collar de islas protestantes, revolucionarias, a 4 o 6 horas de navegación en vela, estábamos en islas herejes que nos trajeron un contacto valiosísimo, privilegiado con otras formas de pensamiento. Este hecho, realmente, hace que nuestra historia sea distinta a la de los demás países latinoamericanos y este hecho, francamente, no lo vemos con la importancia que merece.

– ¿Usted cree que puede hablarse de virtudes colectivas en el venezolano? 

– Creo que tenemos muy pocas virtudes en el sentido tradicional de la palabra. Claro, no es que somos una manada de ineptos o de imbéciles, de mala gente, pero virtudes colectivas nunca las hemos desarrollado. Hemos sido muy dispersos, muy individualistas, muy gente de alzamientos, compare usted la historia de Venezuela con la de nuestros vecinos. Realmente era muy difícil que aquí no se cometieran muchos disparates. La situación en el siglo XX venezolano ha sido extraordinariamente inusual y corruptora, la situación de un país pobre, muy atrasado y muy ignorante que de pronto tiene un Estado inmensamente rico, y que esa riqueza no se debe al trabajo nacional. El gobierno se convirtió en el principal agente de enriquecimiento y no hubo clase dirigente, esa es la verdad, en otros países si la hubo y muy poderosa y muy eficiente, en Colombia, para no ir tan lejos, en el Perú, para no hablar de la Argentina. Venezuela desde la independencia no ha tenido clase dirigente, hemos tenido gente que oye cosas por aquí y por allá y ha tratado de hacer lo que puede, somos gente muy inmadura, muy superficial. A este país le cayó encima una montaña de recursos y no fue capaz de emplearlos medio sensatamente. Hay que recordar siempre que esto tuvo un centro muy tardíamente, recuerde que la estructura actual de Venezuela y Caracas como centro se consolida con la generación que hace la independencia.

– Sin embargo, la Caracas que describe Humboldt está lejos de ser paupérrima. 

– Sí, pero recuerde que él describe la vida de las clases altas y el desarrollo agrícola que se logra en ese medio, pero aquello reposaba sobre la esclavitud, sobre una estructura no muy sana y sobre el cultivo de las perlas. La relativa prosperidad que tuvo Venezuela durante la colonia se debió a las perlas, mientras buscaban el oro que no encontraron nunca. Aunque también hay que estudiar el caso de la Guipuzcoana que fue positivo, fue lo que tendió un vínculo con la parte más adelantada de España, el País Vasco, la parte que tenía mayores posibilidades de desarrollo.

– ¿Siempre hemos sido un país descuadernado, desbaratado? 

– Este ha sido un país muy peculiar, muy contradictorio, muy impredecible, muy sin esqueleto. El día que se escriba la historia de los venezolanos con la riqueza petrolera eso va a ser espantoso. Ese es uno de los hechos históricos más significativos y más inexplicables que ha tenido ningún país latinoamericano, a ninguno le llovió de repente una riqueza gigantesca, que equivale a seis o siete planes Marshall. Este es un país sin cabeza, sin clase dirigente, inmaduro.

– ¿En estado de adolescencia permanente? 

– Yo no me atrevería a decir que en estado de adolescencia porque la adolescencia es un proceso de maduración y yo no veo aquí síntomas por ningún lado de eso, todo lo contrario, más bien pareciera que estamos condenados a vivir en ese limbo, en la falsificación de la historia y de los hechos, es curioso. Sin embargo, este es un país que ha hecho cosas importantes y que ha dado hombres importantes, este es el país de Bolívar y de Bello, pero de eso no queda nada. Siempre hemos tenido una tendencia a sustituir la realidad, a ver las cosas de otra manera. Yo creo que aquí no se ha hecho la necesaria indagación sobre la imagen de Venezuela, que siempre ha sido una imagen falsa y una imagen de riqueza sedienta y de búsqueda de lo mágico. Desde la búsqueda de El Dorado aquí no se trabaja, aquí no se ha colonizado el territorio, se ha ocupado el territorio. 


Los hombres de su tiempo 

A lo largo de nuestros diálogos el doctor Uslar ha emitido juicios sustanciales sobre sus compañeros de viaje, bien sea que se trate de sus amigos o de los hombres de su tiempo vital, que no necesariamente ocupan un lugar en la casa de los afectos. He preferido separar las aguas y ofrecer el juicio en capítulos distintos. El lector comprenderá por qué. Algunas veces lapidario, otras más dado al matiz, lo cierto es que estas opiniones no ofrecen desperdicio, y se fundamentan en valoraciones más racionales que emocionales, aunque no puede pedírsele a nadie que la emoción se mantenga alejada totalmente del juicio. 

– Rómulo Betancourt en aquella ciudad pequeña era un tipo conocido, era periodista. Muy enamoradizo, con poco éxito y, por supuesto, muy ambicioso, lleno de ambición, muy autoritario.

– Luego la vida lo cambió un poco, ¿no? 

– Debió cambiarlo un poco, me imagino yo. Recuerdo que en su segundo período, ya Presidente electo constitucionalmente, tuve que hablar con él, él siempre me trató muy bien. En aquella oportunidad me dijo: “Estos izquierdistas venezolanos son unos pendejos, nunca han entendido qué es lo que hay que hacer. Lo primero que hacen es levantar una bandera antiamericana, esa es una estupidez, la revolución hay que hacerla, pero hay que hacerla con los Estados Unidos”. Era un hombre con un potpourrí atravesado, no tenía ningún estudio serio, un hombre de mucha ambición y de mucha audacia.

– Pero algunas veces le sonó la flauta. 

– Sí, claro. Tenía mucho instinto, por ejemplo después del golpe del 45 salió a buscar a un mascarón y Gallegos se prestó. Betancourt utilizó muchísimo a Gallegos. Y Gallegos era un hombre muy débil, muy perezoso mentalmente, la obra de pensamiento de Rómulo Gallegos no existe. Nada, ni un artículo. Era muy timorato, le costaba muchísimo tomar decisiones. En ese panorama Gonzalo Barrios era distinto. Primero, Gonzalo era un hombre de mucha simpatía personal, era buena persona. En ese grupo había muchos resentidos, él no, él era abierto y franco, con muchas limitaciones, claro, pero no era un sectario, no lo fue nunca, ni fue un malvado tampoco, y yo me atrevería a decir que no fue deshonesto.

– ¿Y Leoni? 

– Yo a Leoni lo conocí muchísimo, porque fuimos condiscípulos en la universidad. Era muy buena persona, con una formación incompleta, pero era un hombre sereno, y en general yo creo que su actuación no fue mala en aquel desbarajuste que se produjo con el golpe de estado del 45.

– ¿Y Picón Salas? 

– Mariano vino tardíamente. El pasó casi toda su juventud en Chile, y cuando vino a Venezuela era prácticamente un extranjero, sin vinculación con nadie, era muy timorato, Mariano. Además, Venezuela era un país muy bárbaro, muy incivilizado, y Mariano se había formado en Chile. 

– ¿Cómo ha sido su relación con Caldera? 

– Caldera es un hombre muy raro. Yo creo que, básicamente, es un hombre muy limitado de horizontes y tiene, en el fondo, una tendencia autoritaria y monástica. El tuvo mucha influencia falangista en la época de estudiante, en la época de la UNE. Nosotros tuvimos un famoso debate por televisión, organizado por Carlos Rangel. La noche del debate en que salí de mi casa para la estación de televisión, la ciudad estaba vacía, todo el mundo estaba pegado al televisor, esperando. Desde que llegamos al canal, Caldera estaba interesadísimo por decidir quién comenzaba a hablar primero y a mí me daba lo mismo, hasta que lo decidimos con una moneda. A lo largo del debate él me preguntó con mucha insistencia si yo era anticomunista, y me reclamaba que yo nunca hubiese dicho que era anticomunista. Le dije que no, que yo nunca sería anti-nada, porque no soy un fanático. El fue falangista. Recuerdo que en una época aquí hubo gente que trató de ponernos de acuerdo a Caldera y a mí, pero no se logró nada. Una señora muy amable y gentil organizó unos almuerzos en su casa, en los que nos encerraban a Caldera y a mí para que habláramos y nos pusiéramos de acuerdo alrededor de un proyecto político, pero no se alcanzó nada.

– ¿Y Carlos Andrés Pérez? 

– Ese es otro tipo de hombre. Carlos Andrés es un aventurero, muy astuto, muy ambicioso.

– ¿Recientemente no lo ha visto personalmente? 

– No. La primera impresión que yo tuve de él fue cuando él era viceministro del Interior, y el Ministro era Dubuc, ya entonces se revelaba como un hombre muy ignorante y muy ambicioso. 

– ¿Durante la dictadura de Pérez Jiménez, Pedro Estrada no lo hostigó? 

– No. Yo tenía una gran ventaja, entonces, y era que Laureano (Vallenilla) me conocía a mí desde niño, teníamos una buena amistad. El era muy culto, hablaba muy bien francés e italiano, era muy inteligente, y me imagino que Estrada no se metía conmigo por que sabía de mi amistad con Laureano. Por cierto, él me contó una de esas cosas típicas de la picaresca venezolana. Cuando entró a Miraflores después del golpe de estado a Gallegos, se encontró con uno de esos tipos que parecía que había nacido en Miraflores. Pues cuando vio a Laureano se le precipitó encima a felicitarlo, diciéndole: “Don Laureano, al fin salimos de esa gente.” Y entonces Laureano le dijo: “¿Y tú no eras adeco, chico? Y el hombre le respondió: “Jumm, eso creían ellos”.

– ¿Chávez? 

– Un delirante, ignorantísimo, dice disparates, qué desgracia, el país no logra encaminarse. Pero era muy difícil que Venezuela pudiera encontrar su camino, trató de encontrarlo con López y con Medina, después vino el 18 de octubre y los gobiernos militares y esto se fue, se perdió. Este hombre habla con una arrogancia y una suficiencia increíble, a él se le han pegado algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo salvaje, eso lo llena de felicidad. No puede haber liberalismo salvaje, el liberalismo es la flor de la civilización, el tolerar la divergencia. 

– El liberalismo está fundado sobre la tolerancia, el respeto al individuo, el respeto al otro. 

– Creo que era Voltaire el que decía: “Yo odio lo que usted dice, pero odiaría más que usted no lo pudiera decir”.


La casa por dentro 

– La vida íntima del doctor Uslar es poco conocida, entre otras razones porque en su vida pública no ha dado señales de que en la intramuros pase algo que suscite el más mínimo asombro. Sin embargo, en sus hábitos, en la estructura familiar, reposan claves de significación para comprender la obra y la personalidad de este venezolano que signa con su presencia todo el siglo XX que concluye. 

– Yo me casé el año 39 con una mujer de la que guardo el más grato recuerdo: mi mujer fue excelente.

– En su poema, Aniversario, se recoge ese sentimiento. 

– Así es. Mientras más recuerdo a Isabel más ternura siento por ella, una mujer excepcional, no tenía un pelo de egoísmo, era el ser más desprendido, más abnegado, más leal que podía haber. A mí me hizo mucho bien, me ayudó mucho su presencia, su ayuda. Era una mujer discreta, educada. Conmigo fue excepcional. Hay que ver lo que fueron esos años que pasamos en el exilio en Nueva York y cómo me ayudó Isabel, en todo.

– Sus batallas tuvieron lugar fuera de la casa, ningunas puertas adentro, ¿no? 

– Siempre he tenido una vida privada muy serena. Nunca he tenido una vida conflictiva en lo personal. Mi vida ha sido muy clara, muy diáfana. Tuve la suerte de encontrarme con mi mujer, que fue inmejorable, con ella no tuve nunca ni una discusión.

– Qué suerte, qué gran suerte. 

–Sí, realmente que sí.

– ¿A su mujer le gustaban sus libros? 

– Ella era muy poco intelectual. Era una muchacha venezolana, de una familia muy tradicional, los Braun Kerdel, su padre era don Carlos Braun. Cuando yo resolví casarme, recuerdo que fui a hablar con don Carlos, que era un hombre muy serio, muy respetable, pues le dije: “Mire don Carlos, yo estoy muy enamorado de Isabel y me gustaría casarme con ella, si usted no tiene inconveniente”. El me dijo: “No chico, estoy muy contento con el matrimonio, lo único que te aconsejo es que dejes la política”.

–Usted no le hizo caso. 

– No.

– Eso que la gente llama hobbies, distracciones, usted no los ha tenido, ¿no? 

– Hobbies nunca he tenido. Eso de ponerse a criar pájaros y cosas por el estilo, nunca me ha interesado.

– ¿A qué se dedicaba cuando se iba para la casa de la playa? 

– Llevaba libros y me dedicaba a leer, y aprovechaba la orilla del mar para llevar una vida más sana. Yo nunca he sido fiestero, entre otras cosas porque yo no tomo, tomo muy poco.

– ¿Tampoco ha sido fumador? 

– Sí, eso sí, toda mi juventud fui fumador, pero lo dejé hace muchísimos años.

– ¿Ha sido de buen dormir? 

– De muy buen dormir. Nunca he tomado una pastilla para dormir, nunca en mi vida. Además, toda mi vida he dormido siesta. Por lo general duermo una hora y media después de almuerzo.

– ¿Con qué sueña? 

– Sueño mucho. De repente sueño cosas con cierta continuidad, en las que me encuentro en situaciones determinadas.

– ¿De alguno de esos sueños ha salido algún cuento suyo? 

– No.

– ¿Sueña con su infancia? 

– No. Sueño con cosas raras, mi situación actual, pero en condiciones raras, con gente que no conozco.

– ¿Alguna vez imaginó que iba a tener una vida tan larga? 

– No, aunque mi familia ha sido bastante longeva. Mi padre murió de ochenta y tantos. Yo tengo ya 94.

– Muy bueno, ¿no? Ha visto tanto. 

– Tiene su balance, también he visto cosas que no hubiera querido ver.

– Sí, pero su vida ha sido plena. 

– Sí lo ha sido. Yo no lamento nada de lo que he hecho en mi vida, y esto es difícil decirlo. Siento que hice lo más que pude dentro de lo que yo soy. Siempre me sentí con mucha obligación con el país, no sé por qué.

– ¿Cómo es la vejez? 

– Lo va aislando a uno, le va atenuando los sentidos. La memoria se afecta muchísimo, se hace uno olvidadizo, de modo que tiene muchos aspectos negativos. De Gaulle decía que la vejez era como un naufragio.

– Pero usted la lleva con serenidad. 

– Sí, la verdad es que yo he tenido siempre mucho equilibrio. Es mi manera de ser, una condición de la sensibilidad. Nunca he sido un hombre de extremos y la violencia me parece horrenda, lo peor.

El laberinto de la creación 

Aunque para el doctor Uslar no es fácil hablar de su obra literaria, el tema es naturalmente insoslayable. Se siente más a gusto hablando de Venezuela que de sus tareas con la palabra. Sin embargo, vence las resistencias y se detiene en este aspecto fundamental de su vida. 


– Yo no soy producto de ningún plan, de ningún proyecto que yo concibiera hasta ahora, fui un producto de mi manera de ser, de mi manera de entender y de sentir, de mi noción de lo que era el país. Yo creo que he sido uno de los escritores más venezolanos que ha habido, preocupado por el país. Toda mi vida me he valido de todos los medios, por ejemplo, la labor que yo hice con la televisión no la hecho nadie en Hispanoamérica, divulgando conocimientos de una forma sencilla y directa.

– ¿En los años recientes, ha tenido entre manos algún proyecto literario? 

– No, por Dios, ya no, no puedo hacerlo. No puedo dictar, una obra de creación no se puede dictar. Se puede dictar un poema, una exposición sobre algo, pero una obra de creación literaria es algo muy íntimo, con otros mecanismos.

– La relación suya con otras manifestaciones artísticas ha sido principalmente con la pintura, ¿no es así? 

– Siempre me interesé mucho por la pintura y por la fotografía.

– ¿La música le ha sido más ajena? 

– He oído mucha música, pero no la he estudiado en serio. Sigo oyéndola con mucha frecuencia.

– ¿Cuáles son sus compositores preferidos? 

– Me gustan los románticos y los autores de principios de siglo, Stravinsky, entre ellos, los rusos, pero estoy muy lejos de ser un experto o un melómano.

– ¿Hay algún libro suyo al que le tenga más cariño que a otro? 

– Es algo muy difícil de decir, desde luego, pero Barrabás, que fue mi primer libro, tiene una significación extra literaria para mí.

– ¿Hay algunas obras que le hubiera gustado escribir y no lo hizo? 

– Ah, bueno, eso sin duda alguna. Una vez que me metí en política eso me perturbó mucho y después, cuando hacía programas de televisión, pues ya se me hacía muy difícil estar investigando.

– ¿Se estableció alguna disciplina para la escritura? 

– Una disciplina en particular, no. Siempre he sido disciplinado por naturaleza.

– ¿Prefería escribir en la mañana o en las tarde? 

– En la mañana era más fácil porque había menos compromisos, en la tarde siempre habían invitaciones, reuniones, visitas.

– Cuando escribió novelas, ¿se hacía un plan general de la obra previo o estas se iban dando de acuerdo con la navegación? 

– En general, las novelas mías no son novelas. En realidad, son reconstrucciones históricas, así es El camino de El Dorado y Las lanzas coloradas.

– Supusieron una investigación muy acuciosa. 

– En algunos casos sí. Incluso algunos de mis cuentos son así, otros no. Recuerde que mi obra cuentística es muy extensa, yo debo dejar alrededor de 70 u 80 relatos, en total.

– ¿Cómo valora sus obras de teatro? 

– Me gustan mucho, por ejemplo, creo que Chúo Gil es de lo mejor que yo he hecho. El teatro es muy difícil porque es algo participativo. Uno es dueño de su prosa hasta un punto, pero en el teatro no.

– ¿Tiene previsto algo en relación con sus Obras Completas? 

–No

– ¿Se deben organizar temáticas o genéricas? 

– Creo que llegará el momento en que alguien se ocupe de eso.

– ¿Tiene alguna sugerencia para esa persona? 

– En la Fundación Polar hay un grupo que se ocupará de la divulgación de mi obra. Ellos tienen todos mis originales y mis documentos. Hay una inmensa cantidad de material allí.

– Háblenos de sus gustos literarios, por ejemplo, ¿la lectura de El Quijote le ha acompañado? 

– Nunca fui muy lector de El Quijote. La prosa cervantina siempre me sonaba un poco teatral. Claro que es un grandísimo escrito, pero me interesan mucho más las novelas y los entremeses de Cervantes.

– ¿Y Quevedo? 

– Ahh no, Quevedo es el más grande escritor de lengua española. Ese es un monstruo, no solamente La vida del buscón, que es muy buena, sino Los sueños. Esta es una de las grandes obras de la literatura de todos los países y de todos los tiempos.

– ¿Gracián? 

– Muy valioso.

– ¿Borges? 

– Conocí a Borges. Era un hombre muy grato, muy fuera del mundo. Su ceguera lo aislaba mucho, siempre andaba como en una especie de monólogo. Ficciones es un libro extraordinario, una de las grandes obras de la literatura castellana.

– ¿Y los filósofos? 

– Yo no he estado adscrito a un pensamiento filosófico, he sido un poco vagabundo.

El color del futuro 

– A lo largo de estos diálogos finiseculares, el fuego de la actualidad política venezolana estuvo siempre presente, siempre con la perspectiva del que la ausculta para otear el futuro. Preguntas que desde joven acicatean a Uslar: ¿hacia dónde vamos?, ¿cómo construimos un futuro mejor? 

– Yo no soy optimista, soy muy pesimista, es que uno no ve qué puede pasar con Venezuela. Desde el punto de vista del azar, pues puede pasar cualquier cosa, pero desde el punto de vista de un desarrollo más o menos lógico, no se ve, no hay propuesta para Venezuela. No hay partidos políticos, los aparentes dirigentes que hay son una gente de muy segundo orden, estamos muy corrompidos. No nos podemos comparar con otros países cercanos, con Colombia no nos podemos comparar, ni con el Perú mismo y no digamos con Argentina, Uruguay o el Brasil, que es esa inmensidad. Estoy muy angustiado con esto que está pasando con este país. Este es un momento muy malo, muy peligroso, hay mucho dinero, muchísimo dinero y no hay orientación. La educación es un desastre, la política espantosa, no hay debate, el país está sin rumbo, sin destino, sin clase dirigente, hay aventureros, pícaros, gente que tira la parada.Ahora hablamos de revolución, es muy curioso, la idea de revolución desapareció del mapa. En este momento no queda ningún poder revolucionario en el mundo, menos en Venezuela, claro, y Cuba. Lo trágico es el nivel de la gente que nos gobierna. Yo oía a Chávez el domingo, qué cantidad de disparates dijo y con qué autosuficiencia, con qué arrogancia. Este es un país muy infortunado. Era muy difícil que aquí las cosas hubieran pasado de otra manera, porque este fue siempre un país muy pobre y muy atrasado, aislado, lleno de inestabilidad, de golpes de Estado, de eso que llaman revoluciones y, además, apareció esa riqueza inmensa del petróleo en manos del Estado, que provocó una distorsión total. Si alguien se atreviera a hacer un estudio sobre la idea de revolución en Venezuela, se vería lo que ha costado, lo que ha significado, lo que contiene, lo que expresa, es lamentable.

Ya le digo, yo estoy en un estado de ánimo muy malo, no tengo esperanzas, estoy como en el infierno de Dante. Aquí no hay de dónde agarrarse, es lastimoso un país sin clase dirigente, aluvional, improvisado, improvisante, improvisador. Hay que ver lo que hubiera sido este país con esa montaña de recursos, si el gobierno hubiera tenido un poquito de sentido común.