viernes, 26 de marzo de 2010

¡Cuando yo vuelva a Venezuela!Autor: Luis Mario( versión Original¡Cuando yo Vuelva a Cuba!)

Adaptación: Jesús Ezequiel Martínez Marín.


Soy de esa extraña estirpe de venezolanos
que no tenían tierras, ni dinero,
ni edificios, ni fábricas,
ni oro molido en los ingenios...

Sin embargo, fue mucho
lo que me arrebataron los traidores de febrero:
lobos barbudos, diablos con medallas, gordos con verrugas, locos con boinas,
falsos libertadores del puñal al acecho.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
el ancho muro de mi El Paseo Colón
donde yo iba a soñar
mis terribles insomnios orientales.


O me sentaba a contemplar el agua:
húmeda pared que ahogaba mi silencio
y le vedaba el Norte a la impotencia
de encontrar libertad en el aire extranjero.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
el Carnaval de Carúpano
con su tambor y su aguardiente nuevo;
con sus mulatas de cintura ágil
y sus farolas de cintura al viento.


Donde el escándalo se hacía música
por el milagro oscuro de unos dedos,
que le arrancaban al tambor
un tridimensional temblor de espejos.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
aquella risa de la gente humilde
que se metía hasta en los mismos huesos;
aquellos gritos de la abuela
que llevaba a la escuela un mar de nietos;
aquel “hasta mañana” de las noches con la fulgida Luna del mes de enero,
y aquellos “buenos días” con el sol cocinándonos el pelo.


Cuando yo vuelva a Venezuela ,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
el pregón que violaba los balcones,
el pulso busca-vida de mi pueblo;
las ventas en el “Boulevard de Sabana Grande”, sin buhoneros,
el peculiar silbato del cartero;
el ruido de tacones de aquel hermoso cuando se creo el 23 de enero.
y el obelisco de Barquisimeto con su brillante siempre adentro.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
el beso azul del mar
transmutado en la luz de Morrocoy,
playa que más que playa se merece otro nombre:

Privilegio.


Lugar único del planeta
donde los hombres pueden tocar el cielo.



Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
nuestro panteón nacional,
la tumba de Bolívar nuestro soñador que no ha muerto,
y una tumba en Carabobo
la del soldado desconocido que en la lucha se fue directo al cielo


El Paseo de Los Próceres
donde vive a caballo el pobre viejo,
y el cañonazo de las doce,
que nos decía que había llegado el año nuevo.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
la esbeltez linajuda de nuestros cujíes, araguaneyes y bucares,
-vírgenes sin destierro-.


Y los verdes gigantes en cuclillas
de mis mogotes pinareños.


Y los ríos,
música mojada,
turpiales amarrados a los cauces inquietos.


Y los lagos,
donde las truchas herían el paisaje
saltando hacia el almuerzo.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
hasta la Guayana que estaba en reclamación,
que aunque era improductiva, era mi suelo;
los tinajones rigurosos de un café agrícola, señorial y alfarero.


Y algo más quiero que me devuelvan:
aquel rezo que nunca lo escuchó mi Virgencita del Valle
a mi rebelde juventud de ciego.


Cuando yo vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan, por ejemplo,
la historia real de los antepasados
que hicieron una patria de cacao, café y de acero.


Será el orgullo de mis hijos,
la complacencia, acaso, de mis nietos,
y la risa criolla llenará los arcones del ancestro.


Si, cuando vuelva a Venezuela,
quiero que me devuelvan todo eso,
y además,


otra tierra que no es mía aunque yo soy su dueño.


Es un latifundio microscópico
que sufre en el tendón de mis recuerdos:
una cruz de madera:
y más de medio siglo de silencio,
donde está vivo el polvo abandonado
de mi padre muerto.