En todas las relaciones, siempre hay una contraprestación de
“algo” a cambio de “algo” para que funcione; cuando uno de esos equilibrios se
rompe, comienza a resquebrajarse el vínculo que mantenía unidas las
diferencias, entendiendo como tal, personas, grupos, sociedades etc.
Con la Unión Europea ha pasado exactamente lo mismo, al
principio representó para muchos países, una ilusión y un sueño, de posicionar
a un continente en acuerdo en muchas ideas en común, estos acuerdos, ya que
esta unión representaba muchos
beneficios en todos los sentidos, para una grupo de países cercanos y vecinos,
que querían competir en el mundo.
Esa unión, utopía casi perfecta, por supuesto siempre ha tenido
detractores, por diferentes razones, las cuales podríamos detallar de la
siguiente manera:
·
Nacionalismo a ultranza, cosa que podría llegar
a ser legítimo.
·
Pensamiento mezquino o egoísta de que si soy un país
rico no quiero ayudar a un país pobre
·
Diferencias de opiniones en aspectos
financieros, políticos y sociales.
Aún así, en medio de “todo”, la Unión salió adelante, con
sus más y sus menos, pero la crisis económica hizo que esas balanzas económicas
se desfasaran, ya que entre unos y otros se habían comprado y vendido su propia
deuda, y a su vez, a los Estados Unidos, con lo cual el efecto dominó no se
hizo esperar y se vino al suelo el tan querido “Estado del Bienestar”,
entendiendo como tal, no el consumismo exagerado, sino aquella condición que
permite, al menos con un sueldo, vivir dignamente.
A partir de ahí:
·
Vinieron medidas anti-populares que solo
afectaban a los más desfavorecidos
·
Se fulmina
a la clase media.
·
Se pierden millones de puestos de trabajo
·
Se pierden derechos laborales
·
Se adecúa el mercado de empleo, a medida y gusto
del sector empresarial.
Esto genera un descontento importante en la sociedad:
·
Se genera un descontento-decepción de los
ciudadanos en el proyecto Europeo
·
Nace una sensación de “desahucio moral” ante
tantas injusticias políticas
·
La corrupción política generalizada acaba de decepcionar también a la sociedad
·
La impunidad como status quo de los políticos
·
Los del Norte creen que le pagan la vida a los
del Sur
·
Los del Sur creen que la democracia casi no
existe y quien manda es el norte.
Todo esto es el caldo de cultivo ideal para que los
discursos populistas calen en las masas, si, en las masas cansadas, y genera
reacciones como las siguientes:
·
La mayoría se abstiene de votar
·
La masa seducida por el discurso radical acude
masivamente a las urnas, que aún siendo poco porcentaje del total de votos,
pueden sacar grandes mayorías.
(Imagen tomada del blog politicailogica.worpress)
De ahí vino el triunfo de los radicales, que no nos engañemos, su discurso tiene muchas certezas, muchas verdades irrefutables, en cualquiera de sus polos, pero los extremos se tocan, ingenuo error cometeríamos al llamarlos de izquierda o
derechas, porque “son lo mismo”, personas que con el pretexto de su ideología,
se separan de las demás y no aceptan al otro ni mucho menos quieren llegar a un
acuerdo o consenso para solucionar las situaciones, basados en la “culpabilización”
del otro, que convierte al “adversario” en “enemigo”, y con buena habilidad verbal e intelectual,
emborrachan las consciencias generando esa ilusión perdida, pero con fines poco
transparentes; en resumen: GANÓ LA CULPA!
La decepción generó abstención; el buen discurso de los
radicales generó ilusión en los decepcionados, culpabilizar al diferente, al
otro, a quien piensa de otra manera, a
quien tiene creencias diferentes, ese sentimiento ha ganado muchas elecciones.
Dr. Jesús E. Martínez Marín
Ph.D